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Escuela de maratonistas
sobre escribir, correr y convivir con un cerebro

“A la larga, mientras avanzábamos por los caminos polvorientos, nuestros pensamientos se volvieron igualmente polvorientos; de hecho, todo pensamiento se detuvo, el pensar se echó a perder, o precedió solo pasivamente en una suerte de cadencia rítmica del confuso material del pensamiento, y nos vimos de pronto repitiendo mecánicamente algún verso de las baladas de Robin Hood”
El último mes estuve preparando una carrera. Un objetivo modesto: 5k a 7min/km. Primer aprendizaje de corredores: la gente que no sabe, pregunta distancias, la que sabe pregunta ritmos. Mientras tanto, la imprenta hacía los movimientos de maquinaria necesarios para que mi segundo libro fuera algo más que unos archivos entusiastas en mi drive o un archivo de InDesign en la computadora de mi editora.
Escribir y correr se parecen. No es una idea innovadora. A. R. Ammons dice, en Un poema es un paseo, “Cada caminata es irreproducible, como lo es cada poema. Aun si caminas exactamente la misma ruta cada día –como en un soneto– los eventos a lo largo de la ruta no pueden ser imaginados como iguales día a día… Si un poema es nuevo cada vez, es entonces necesariamente un acto de descubrimiento, una apuesta, una apuesta que puede llevar a la realización o al desastre”. Segundo aprendizaje de corredores: lo que un día es placentero y parece sencillo, a los dos días es la tarea más difícil de la jornada.
En ambas tareas es más importante la constancia que el talento. Los días difíciles me repetía lo que les digo a mis alumnos: “para escribir una novela hay que escribir, para correr una carrera hay que correr. Todos los días. Quince minutos, todos los días. No importa qué. Lo importante es el hábito”. El cerebro es una máquina de evitar esfuerzos. Su principal tarea es mantenernos vivos, y es por eso que anda muy preocupado por que no se nos acabe la energía antes de que podamos volver a cargarla. Por eso prefiere las tareas repetidas, y por eso avisa que no das más cuando todavía te queda bastante margen (leí en algún lado que daba aviso cuando todavía tenías un poco más de medio tanque lleno, pero no logré encontrar la fuente).
Tercer aprendizaje de corredores: las tareas importantes del día, las importantes en serio, no se someten al juicio del manipulador de mi cerebro. Correr, hacer el pan, escribir. Se hace porque se hace: sin ilusión, sin truco de la esperanza, sin ambición. Con el deseo de que hoy sea un día bueno, pero sin la certeza de que va a salir esta vez.
Es que una empieza a hacerse adicta a cierta sensación de cerebro apagado. Hace algunos años, un amigo que estudia los estados de consciencia, me contó que lo placentero de hacer actividad física tiene que ver con que, durante ese período, la consciencia se expande a todo el cuerpo. Como si nuestra capacidad de percepción aumentara y una pudiera leer con mucha claridad ya no solo el dolor de las plantas de los pies o el ritmo de la respiración, sino también el verde del parque o el olor de un invierno que apenas se anuncia. Cuarto aprendizaje de corredores: no es la vista la que entiende el mundo, sino el cuerpo el que lo reconoce.
Finalmente, el 29 de junio corrí. Objetivo superado: 5k a 6:58 min/km. Dirá el lector: “mirá qué vanidad, qué ridicula, andar diciendo que le bajó dos segundos al objetivo”. Y probablemente haya algo de vanidad (poca, porque están lejos de ser tiempos de élite), pero sobre todo hay algo demencialmente satisfactorio en la sensación de extender el límite. Como dice este adorable señor chino que tiene 87 años y corre, es una cuestión de voluntad, el triunfo es haber podido ganar esa carrera que corremos contra nosotros mismos.
Esa semana Los maratonistas salió de la imprenta.

La sensación de un libro que sale y la sensación de una carrera terminada son parecidas. En los círculos de Reddit hablan sobre la depresión post carrera, aunque creo que se trata de una experiencia más metafísica que psicológica. La sensación de que ahora existe en el mundo esa cosa a la que le dedicaste bastante tiempo y esfuerzo, esa cosa con la que conviviste en su estado más mutante, y ahora que es, ya no te pertenece. Quizás es realmente tuya esos dos minutos, cuando tu editora te da un ejemplar para que lo hojees por primera vez o mientras alguien te ofrece un agua y caminás un poco para que bajen las pulsaciones de la carrera. Ahora ya no es nada, o es de otros. Quinto aprendizaje de corredores: la carrera se corre mientras se prepara la carrera. Como después de escribir, cuando el libro existe, no hay ya razones para preocuparse. Una puede, mejor, disfrutar del esfuerzo, conversar con otros corredores, agradecer los saludos de las personas que fueron a mirar la carrera, y que arengan para levantarte el ánimo.
Corro, con mayor o menor frecuencia, con mayor o menor disciplina, hace algunos años. Y en esas carreras descubrí una mística personal vinculada al cansancio físico y a la recompensa inmaterial. Durante ese tiempo, también quise a algunas personas. Y sobre querer y sobre correr es que escribí una serie de poemas que presentamos el sábado 12 de julio, en Velazco.

Si tienen ganas de venir, están invitados. Leen maratonistas, tocan maratonistas y nadie los va a juzgar si llegan transpirados después de una carrera larga.
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