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Alerta de lluvias
Sobre Ritos privados, de Julia Armfield
“Se podría decir que cualquier historia de terror funciona en dos partes: el miedo de estar completamente solos y el miedo de darnos cuenta de que hay alguien más ” — Ritos privados, Julia Armfield
Es inevitable: hay algunos humores que rebalsan el cuerpo e inundan los lugares en los que vivimos. Así aseguran su existencia las bolas de pelo de la línea B, que solo aparecen cuando una tiene el espíritu-bola-de-pelo. Y así también abrís los fósforos al revés solo los días en que la sola idea de levantar doscientos veintidós fósforos del suelo te da ganas de prender fuego tu casa e iniciar una nueva vida en el Congo Belga.
Esa sincronía entre una y el mundo tiene una explicación muy poco glamorosa (y nada mística): es el sesgo de confirmación. Los humanos vemos caras en todos lados y también vemos más clara la evidencia que sustenta la teoría que nos formamos previamente. Sin embargo, cuando una entra en estado de ánimo fin-del-mundo, alrededor pareciera que el mundo se termina.
Eso pasa en Ritos privados, la nueva novela de Julia Armfield que publicó Sigilo.

Hace veinte años que llueve. Al principio parecía que no era tan grave. Sí, llovía mucho, pero a veces paraba. Pero hubo un momento en el que ya no paró, y desde entonces llueve y las ciudades empiezan a hundirse (¿o ahogarse?).
En el medio, tres hermanas distanciadas se enteran de la noticia de la muerte de su padre y tienen que empezar los ritos mortuorios. El fantasma de la relación turbulenta que tuvieron con su padre las acecha durante el reencuentro. También las persigue la sensación de tener que ser unas que hace tiempo dejaron de ser (dice Irene, la hermana del medio: “La sensación, entonces, no es tanto la de ser incomprendida como la de haber sido entendida demasiado bien en un momento, y después nunca más”).
Mientras, el mundo se termina, pero muy lentamente.
Así como en Otra vuelta de tuerca una se pregunta ¿hay fantasmas o es el relato de una histérica?, acá aparece la pregunta: ¿realmente el mundo se termina o es solamente que estas tres están teniendo un muy mal año? ¿Realmente las ciudades desaparecen y los ingleses actúan con la flema inglesa de Churchill diciendo “we shall fight on the seas and oceans” o estamos todos exagerando un duelo mal llevado por una relación trunca entre padres e hijas? ¿Es el fin del mundo o es que el mundo termina para ellas?
Pero, cuando una empieza a confirmar que no es el dolor de estas chicas lo que hace que llueva, aunque el clima se les ajuste fantástico, la novela hace el giro Cementerio de animales (una larga novela sobre el duelo + cincuenta páginas aterradoras). Se abre esa ventana que los megalómanos de la sala probablemente hayan sentido más de una vez: ¿y qué si el mundo está hecho a mi medida? ¿Y qué si no soy yo buscando señales en el mundo y efectivamente he modificado el clima?
Es difícil contar esa sintonía fina que tiene el estado de ánimo con el mundo en la literatura. Genera una sensación de hilos a la vista. Pero Armfield parte de la idea de que hay experiencias vitales que son tan arrolladoras que la única forma de tolerarlas es construir a su alrededor una historia fantástica. La desolación de descubrir que ya no entendés a la persona que amás en Nuestras esposas bajo el mar– su novela anterior–, la sensación de que una conversación ya no va a poder darse porque del otro lado nadie responde, y todos los misterios que ese silencio se lleva consigo en Ritos Privados. La distancia con los que amamos y que son parte nuestra, el extrañamiento con quienes estuvieron tan cerca. Quizás la única forma posible de narrarlo de forma realista es generar un fin del mundo o una metamorfosis.
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